🌿 El lápiz de las dríades 🐦✨️

Dicen que, cuando el viejo árbol que habitan se muera, ellas morirán con él . Que las dríades -las hermosas ninfas que pueblan cada rincón entre todas las hojas del mundo... entre raíces, ramas y flores- en sus manitas solo tienen el tiempo con el que cuenta el árbol al que están unidas . La tarde que las vi por primera vez , una de esas tardes luminosas y tibias de principios de febrero en las que la vida se afana por renacer con tanta fuerza que es imposible que, sobre la tierra, haya alguna criatura -por anciana o niña que sea- que no perciba esa lucha, que no se estremezca ante ese grito mudo. John William Waterhouse,  Hamadríade  (1895) Que no alce los ojos al cielo y suspire de alivio: - Ya se van -se oirá decir a todos los ojos, muy bajito, casi con miedo-: las sombras, todas las sombras se van ya ... Esa tarde -decía-, las dríades me hicieron un regalo:  el precioso lápiz que unos duendes elaboraron para mí , siglos atrás , con madera de espino blanco y unas poqu...

Pintor de sombras (II)

Caravaggio, "Autorretrato"

Nadie sabe dónde está enterrado, si es que alguien llegó a enterrarlo en parte alguna. Dicen que encontraron su cuerpo tirado en la playa. Y que estaba muerto. Muerto y con los ojos desencajados mirando hacia Roma. Su destino. Su ansiado destino.

Pero solo dicen.

Que el eco de sus pasos lo extraviaron las olas aquella noche de julio de 1610.

Y serían los últimos.

Los pasos consumidos de fiebre y de hambre, desesperados a la busca de una barca que lo alejara de aquella playa de Porto Ercole infectada de enemigos y de malaria: la playa a la que había arribado en busca de refugio en tanto le llegaba el indulto, y regresara a Roma. El lugar en el que, nada más desembarcar, sería hecho prisionero y confinado en un presidio.

Serían los últimos.

Y le debieron de pesar como costales al escaparse y correr por la playa. Al tener que liberarlos de los agujeros hundidos de arena mojada.

Como costales.

Y estaban heridos. Venían heridos desde Nápoles, en donde quisieron asesinarlos, a los pies, a los pasos, y los habían dejado medio muertos en la calle, con el recuerdo de una cicatriz en mitad de la cara. Habían bordeado la costa montados en una falúa. Heridos. Y desembarcaron aquí, en la playa en la que se hunden y la saliva en la boca les sabe a sangre.

Luego nadie volvería a escuchar más el ruido de las pisadas de sus zapatos. Nadie podría dar razón de la suerte que aguardó a aquel hombre perseguido por la justicia, proscrito, fugado de la isla de Malta de la cárcel en la que cumplía pena, una más, otra más, solo Dios sabría por qué causa.

Nadie.

Desde esa playa.

Nadie y llegarían después tres siglos prestos a olvidar su nombre, que <<Vino a destruir la pintura>>, quedaría de él dicho otro pintor: Nicolas Poussin.

Pero Michelangelo Merisi, Caravaggio... nuestro Caravaggio, que no contaba ni cuarenta años aquella última vez de los pies tirando de los pasos en la orilla, se llevaba sus manos grabadas con un poder inmenso: el poder de aquel que cambió para siempre el curso de la Historia del Arte...

✏️ Imagen de cabecera: Caravaggio, Autorretrato ✨️

Este relato apareció publicado, por primera vez, el día 5 de julio de 2012 en el blog: Cuentos de Brocelianda

"Beato de Fernando I y doña Sancha" (BNE Vitr/14/2). Detalle
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✨️ Lola ✨️

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