🌿 El lápiz de las dríades 🐦✨️

Dicen que, cuando el viejo árbol que habitan se muera, ellas morirán con él . Que las dríades -las hermosas ninfas que pueblan cada rincón entre todas las hojas del mundo... entre raíces, ramas y flores- en sus manitas solo tienen el tiempo con el que cuenta el árbol al que están unidas . La tarde que las vi por primera vez , una de esas tardes luminosas y tibias de principios de febrero en las que la vida se afana por renacer con tanta fuerza que es imposible que, sobre la tierra, haya alguna criatura -por anciana o niña que sea- que no perciba esa lucha, que no se estremezca ante ese grito mudo. John William Waterhouse,  Hamadríade  (1895) Que no alce los ojos al cielo y suspire de alivio: - Ya se van -se oirá decir a todos los ojos, muy bajito, casi con miedo-: las sombras, todas las sombras se van ya ... Esa tarde -decía-, las dríades me hicieron un regalo:  el precioso lápiz que unos duendes elaboraron para mí , siglos atrás , con madera de espino blanco y unas poqu...

9. 🌿 De Titus B. y la perfección adánica ✨️✨️

Oscar Herrfurth, "El recluso"

A lo mejor te preguntas que quién me cuenta todo esto que aquí te escribo, y que tú lees. Es verdad, nunca te lo he dicho, pero es que no es uno, o una: a ver, sí es uno, pero no siempre es el mismo, sino uno distinto a cada tramo que abordamos de la Historia. El que está ahora a mi lado, el que tanto sabe de alquimia y me lo chiva todo y me mete prisa para que te siga contando se llama Titus B.

Siempre va escribiendo en un libro al compás que habla y anda.

Es un duendecillo. Uno de esos muy traviesos a los que les gusta corretear por entre los pasos de los viajeros cansados y chillarles al pie de las orejas, sabes cuáles te digo, ¿no? Pues de esos, de esos que además está llenito Brocelianda.

Me está tirando del brazo.

Es muy malo y muy pesado. Me dice que me levante ya. Que llevo yo no sé cuántos días sentada en esta piedra. Que si no me duelen las posaderas… eso me dice: las posaderas 😅.

Y yo le digo Venga, Titus B., dime de una vez lo que quieres que escriba en el blog este golpe. Y, así y todo, no se le quita la cara de enfado hasta que no ve que me levanto. Y echo a andar. Y él, con las piernecinas que tiene, se queda atrás. Y desde atrás pega voces para que lo oiga, si no que lo escuche. Voy a escribirte, para que deje de gritar, lo que me está relatando. Y vamos a seguir el camino, que ahora somos tres 😇.

Los viejos tratados alquímicos hablan de una cosa, dice Titus B., qué digo una cosa -me dice-, qué dices una cosa... tratan de un estado: uno que es físico, o que fue físico.

Uno al que todo alquimista desea volver: el de la perfección adánica.

El que supone el retorno del hombre -ya libre y limpia su figura del pecado original que la emborronó y la alejó de la divinidad- a su estado primitivo de noblezaporque este, este y no otro es el verdadero sentido de la alquimiael sentido que impulsa al plomo, o al cobre, o al metal que sea -al que mejor te parezca-, a llegar -como el hombre, como el alma- hasta aquel estado tan suyo de oro primigenio...

✏️ Imagen de cabecera: Oscar Herrfurth, El recluso ✨️✨️

Este relato apareció publicado, por primera vez, el día 2 de octubre de 2012 en mi viejo blog: Cuentos de Brocelianda

"Beato de Fernando I y doña Sancha" (BNE Vitr/14/2). Detalle
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✨️ Lola ✨️

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