🌿 El lápiz de las dríades 🐦✨️

Dicen que, cuando el viejo árbol que habitan se muera, ellas morirán con él . Que las dríades -las hermosas ninfas que pueblan cada rincón entre todas las hojas del mundo... entre raíces, ramas y flores- en sus manitas solo tienen el tiempo con el que cuenta el árbol al que están unidas . La tarde que las vi por primera vez , una de esas tardes luminosas y tibias de principios de febrero en las que la vida se afana por renacer con tanta fuerza que es imposible que, sobre la tierra, haya alguna criatura -por anciana o niña que sea- que no perciba esa lucha, que no se estremezca ante ese grito mudo. John William Waterhouse,  Hamadríade  (1895) Que no alce los ojos al cielo y suspire de alivio: - Ya se van -se oirá decir a todos los ojos, muy bajito, casi con miedo-: las sombras, todas las sombras se van ya ... Esa tarde -decía-, las dríades me hicieron un regalo:  el precioso lápiz que unos duendes elaboraron para mí , siglos atrás , con madera de espino blanco y unas poqu...

18. El libro volante 🌿📖✏️


William Haskell Coffin
En el bosque de Brocelianda habitan multitud de criaturas. Quita a los duendes. Quítame a mí y al Libro grande y todavía te quedarán muchísimas más. Tantas que no se pueden contar y cada una diferente.

Una de esas criaturas que te digo estaba escondida entre unos helechos. No sé si dormía. A lo mejor se había dejado caer allí para dormir y llegué yo a despertarla. 🤔 No lo sé. Solo sé que me la encontré hecha una bola de papel blanco lleno de letras: era un libro volante.

Los libros volantes viven en Brocelianda y en ningún otro lugar. Pero apenas si se dejan ver. Que se mueven con el sol ya muerto y lo hacen utilizando como alas tapas y páginas. Vuelan de noche. De acá para allá. De allá para acá. Y duermen de día. Nadie puede verlos a menos que permanezca quieto en un sitio un día entero. Y por la noche no cierre los ojos. Los abra bien abiertos. Y mire. Hasta que aparezcan.

Eso es lo que me ha pasado a mí. Que, en las noches, no duermo: en eterna vigilia de la fiebre del duende...

De modo que lo vi aterrizar al alba. Muy cerca. Demasiado cerca. Aunque Titus B. hubiese despertado de repente y me buscara, me habría encontrado solo unos pasos más allá. Me agaché y lo cogí del suelo. Como tenía sueño apenas si se retorció un poco entre mis dedos.

Ven acá.

Era maravilloso. Los párpados pesados se le cerraban en el lomo. La boca la tenía abierta en un bostezo diminuto. Las hojas-alas estaban caídas.

Deja que te lea

✏️ Imagen de cabecera: William Haskell Coffin ✨️✨️

Este relato apareció publicado, por primera vez, el día 27 de noviembre de 2012 en mi viejo blog: Cuentos de Brocelianda 

"Beato de Fernando I y doña Sancha" (BNE Vitr/14/2). Detalle
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✨️ Lola ✨️

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