<<Me llamo Lola y soy, igual que el protagonista de aquella novela de Rabih Alameddine, contadora de historias.
Muchas de ellas las dejo olvidadas, cada martes cuando atardece, en un bosque encantado que se llama Brocelianda y que toma para mí la forma de un blog:
Cuentos de Brocelianda
Otras, entre las páginas de alguna revista literaria...
Las más, en la cajita de sueños y recuerdos que aguarda a oscuras oculta bajo mi cama, arañada por la decepción y llenita de esperanza.
Un tiempo atrás, no hará mucho, pasé por la Universidad. De sus eternos pasillos salí una mañana Licenciada en Historia, en el bolso un Máster Universitario en Formación del Profesorado en Educación Secundaria y Bachillerato y los rudimentos de la lengua árabe :)
Luego participé en tres o cuatro concursos literarios.
Abrí una cuenta en Twitter:
✨️ https://twitter.com/LolaGdeLuna
Otra en Facebook:
Y seguí escribiendo y escribiendo para un buen día, calzada con mis botines verdes de tinta y letras, adentrarme en este lugar...>>.
E
scribí estas líneas hace 10 años. Aquel 2012, todavía casi un niño, resultó ser el custodio de las llaves que abrirían para mí las fabulosas puertas de los blogs
, de las revistas literarias... de la publicación -de una forma u otra- de alguno de los cuentos que conseguía desprenderme, con sumo cuidado, de entre los dedos y dejaba luego plasmados sobre el papel.
Junto a la tinta y los cuadernos, a los concursos, a las palabras... otro elemento pasaría a ser parte imprescindible de toda esta historia -que es la mía-... de todos estos años: el seudónimo.
Lo adopté.
Llegué a adorarlo: máscara hermosa que, a veces, aprieta.
Que algunos días asfixia.
Que tiene el tacto suave y el perfume del jazmín.
Mi bonita máscara se presentó ante el mundo impecable, majestuosa. Ella apretaba y apretaba mi rostro. Se enseñoreaba adormecida sobre él, satisfecha.
El seudónimo pesa.
Quiere tus manos para escribir y tu cabeza para imaginar y tus piernas para recorrer el mundo, para conocer historias, para escuchar y ver y reír...: no quiere ni que llores, si acaso, quiere llorar él por ti. Pero sabe hacer bien las cosas, lo reconozco. Sabe conducirse por este mundo con una seguridad pasmosa, con un cuidado y un señorío admirables.
Ha sido un buen maestro, mi mejor maestro: mi seudónimo... mi preciosa máscara de plata. Mas hoy debo quitármela. Tengo que hacerlo y no volver a recorrer estos pagos con ella cubriendo mi rostro. Debo tomar su mano cálida y caminar a su lado.
Lola García de Luna soy y seré siempre yo: hermosos ropajes de los que ahora debo desprenderme. Los guardaré con esmero en una maletita. Vendrán conmigo, siempre estarán conmigo. Divina máscara que ya añoro y a la que nunca podré agradecer lo suficiente 😌.